El archivo musical de la Catedral Primada de Bogotá
*Este artículo fue publicado en el Dossier “Estudio y rescate del patrimonio cultural colombiano” de la 3ª versión de la Gaceta CIC del Centro de Investigación y Creación de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes.
Rondy Felipe Torres
Profesor asociado del Departamento de Música de la Universidad de los Andes
¿Cuántas veces, después de haber visto imágenes de lo que fue la Plaza de Bolívar en épocas pasadas, intentamos imaginarnos sus diferentes aspectos? Una Plaza de Bolívar ya cubierta de tierra, ya empedrada, plantada de árboles, decorada con pilas y fuentes, enrejada, desnivelada, o con espacio para parquear carros. También olvidamos que, durante muchos años, la Plaza de Bolívar – o Plaza Mayor, Plaza de la Constitución – se convertía en el mercado a cielo abierto de la capital, acogía cientos de personas para las corridas de toros, los espectáculos virreinales, las celebraciones republicanas. Incluso, en tristes ocasiones, fue el patíbulo para próceres de la patria.
Al observar estas imágenes del pasado, la mirada siempre encuentra un edificio, imponente en el horizonte urbano colonial, integrado al paisaje arquitectónico decimonónico: la Catedral Primada de Bogotá.
Si bien es posible visualizar un espacio cambiante con la ayuda de imágenes antiguas, resulta imposible escuchar ese espacio. Los sonidos de una ciudad se van perdiendo en el continuo transcurrir de la vida. Aun así, existe un lugar sobre la plaza, discreto y desapercibido, en donde se ha conservado una memoria física de los intangibles sonidos: un archivo musical. En un edificio aledaño a la catedral están conservados un sinnúmero de manuscritos musicales de diferentes épocas, libros incunables y partituras. Varios estudiosos de la música no han vacilado en señalar el archivo musical de la Catedral de Bogotá como uno de los más importantes repositorios musicales de la América colonial.
Mantener vivo nuestro patrimonio musical nunca fue prioridad para los santafereños. La práctica musical en Bogotá en épocas pasadas—religiosa, doméstica, pública— quedó en callejones de olvido, a los que el investigador musical ha podido volver con más o menos acierto en los últimos años. Trabajar en el archivo musical de la Catedral es una oportunidad única para entender la praxis musical y sus modificaciones a lo largo de varios siglos en la Catedral.
A principios del siglo XVII se construyó la Casa Capitular con el propósito de albergar la colección de partituras de la Capilla Musical. Durante la época colonial, el archivo se fue enriqueciendo con obras traídas de Europa. Luego, en el siglo XIX, la Casa Capitular se alquiló a establecimientos comerciales; el archivo se trasladó a diferentes lugares, y fue incluso a parar en las casas y bibliotecas privadas de los maestros de capilla. Por más de dos siglos, las partituras tuvieron varios paraderos, y no fue sino hasta el año 2010 que parte del archivo regresó a la Casa Capitular. En 2015 se trasladaron las últimas cajas del archivo[1]. Es muy probable que, entre trasteo y trasteo, la colección se haya desmembrado, que documentos considerados obsoletos (cartas o listas de sueldos) se hayan perdido y que partituras, consideradas “inútiles”, se hayan botado.
En una de las pocas cartas conservadas, aparece un inventario de las partituras entregadas al maestro de capilla Manuel María Rueda, en marzo de 1860. La viuda de Francisco de Boada, el difunto maestro de capilla predecesor de Rueda, entregó, entre varias partituras, “ocho bultos de papeles que contienen misas, vísperas, villancicos, pero todo incompleto por ser ya inútiles”[2].
Aunque breves, estas palabras son muy valiosas para entender el estado del archivo hoy en día. Calificar de incompletas e inútiles estas partituras muestra el nivel de estima en que se tenía el legado colonial durante el siglo XIX: partituras al granel, traídas en bultos provenientes de las casas de los maestros de capilla, que no estaban conservadas en una biblioteca musical ordenada, y custodiada en la Catedral. En este caso, la viuda de Boada devolvió las partituras. Pero ¿cuántas veces más se reintegraron las partituras a la Capilla Musical?
Cuando el padre de la historia musical en Colombia, José Ignacio Perdomo Escobar, se interesó por este archivo en 1938, lo halló “arrumado, lleno de polvo y hollín, en el último cuartucho de la Casa Capitular. Pilas de papeles atados con cuerda en deprimente situación”[3]. Durante el Bogotazo, centenares de personas encontraron refugio en la Catedral. Las partituras de los maestros coloniales, recuerda Perdomo, fueron a dar a los baños para usos de íntima domesticidad. Con todo esto, resulta casi milagroso que el archivo contenga aún partituras.
A finales del siglo XVIII, muchas partituras antiguas fueron reescritas en notación moderna. Juan de Dios Torres, maestro de capilla entre 1826 y 1844, es recordado por haber reorganizado el archivo musical (¿colonial?) durante la época republicana[4]. Luego, a lo largo del siglo XIX, aparecen varios inventarios de partituras. Pero estos no hacen mención del fondo documental colonial; son listas de partitura y manuscritos del siglo XIX. En 1976, Perdomo Escobar publica el “Catálogo-diccionario del archivo de música colonial de la catedral de Bogotá”[5], en el que retoma y completa los resultados del musicólogo estadounidense Robert Stevenson[6]. Pero esta vez, ni Stevenson ni Perdomo mencionan el fondo decimonónico. Para Perdomo Escobar, las pocas líneas relacionadas con cien años de música durante el siglo XIX se presentan con el título La decadencia[7].
En las últimas décadas, cuando se inició un movimiento de investigación musical en Colombia, el archivo se abrió de manera exclusiva a algunos investigadores. Pero la desmembración continuó, algunos papeles fueron desapareciendo, al punto que el cabildo consideró más pertinente mantener este archivo bajo llave. No es sino hasta la reciente firma en noviembre del 2016 de un convenio entre la Universidad de los Andes, el cabildo de la Catedral Primada y el Ministerio de Cultura, que se ha podido iniciar un proyecto de investigación amplio y crítico, cuya finalidad es la recuperación de este valioso acerbo patrimonial.
Un equipo de investigadores del Departamento de Música ha trabajado en el archivo musical de la Catedral durante estos dos últimos semestres. Los musicólogos Marcela García y Rondy Torres, junto con Sebastián Mora y Silvia Ramírez, estudiantes recién graduados gracias a su trabajo en el archivo[8], hemos estado visitando regularmente en este repositorio musical.
Por solicitud del cabildo, uno de los primeros objetivos consiste en revisar y actualizar el inventario de partituras. Además de esto, se han realizado investigaciones puntuales. Así, Mora y Ramírez tuvieron la oportunidad de trabajar sobre cinco obras que solo reposan en el archivo de la Catedral de Bogotá. Se trata de un Dixit Dominus de Luis Bernardo Jalón, un Lauda Jerusalem de Vicente García Velcaire, unas Vísperas a Dúo y a Quatro para la festividad del Corpus Cristi de Gerónimo Gonzáles de Mendoza y un Lauda Jerusalem de Ginés Martínez de Gálvez, todos ellos compositores españoles. Igualmente, recuperaron un Lauda Jerusalem del maestro de capilla colombiano Juan de Dios Torres. Para completar satisfactoriamente esta investigación, los estudiantes usaron varios documentos que hemos estado inventariando, como listas de salarios de los músicos, listas con el número de faltas al mes, o las actas capitulares. Además de su monografía de grado, los autores presentaron en vivo las obras estudiadas, en junio del 2016.
Otro de los ejes de la investigación ha sido ordenar e inventariar el legado patrimonial del siglo XIX. Este fondo documental ha sido desconocido por todas las publicaciones recientes: en el imaginario musicológico, el archivo de la Catedral es un archivo exclusivamente colonial. Pero la realidad es diferente.
Recuerdo que, al entrar por primera vez a la sala del archivo musical, me llamó la atención una gran cantidad de partituras, manuscritos y bocetos apilados en un estante. Era un bulto de música que nunca había sido catalogado, con el inconfundible sello de los documentos del siglo XIX: tipo de papel pentagramado, tipo de tinta, de notación musical, de caligrafía… Para un investigador musical, ¡una mina de oro! Mi trabajo ha consistido en ordenar esos manuscritos, que muchas veces son hojas sueltas que he logrado reunir por obras. Sobra decir que esta tarea me ha permitido entender cuál era el funcionamiento de la Capilla Musical en el siglo XIX, resultados que compartiré cuando se termine esta investigación.
¿Por qué tal rechazo del repertorio decimonónico por parte de los investigadores recientes? La inclusión de la música italiana y de salón durante el culto religioso contrastó con el esplendor y la solemnidad del estilo polifónico de la época virreinal. Perdomo Escobar se hizo portavoz de la crítica que surgió durante el siglo XIX: el repertorio moderno en la iglesia (valses, bambucos, arias de ópera o música de salón) reflejaba un estado de decadencia de la música religiosa. Estas prácticas profanas “arrinconaron” un repertorio antiguo que realzaba la celebración de la liturgia y su poder confesional: “Cada cosa tiene su tiempo y su lugar; la música de los salones y de los teatros no debe ser la música de los templos”[9].
Es nuestro compromiso volver a descubrir por medio de conciertos y de publicaciones el legado del primer siglo republicano que reposa en el archivo musical de la Catedral; de tal manera, iremos afinando el conocimiento cada vez más completo sobre las prácticas musicales del siglo XIX, complementando los trabajos existentes sobre la época colonial.
Como investigadores de la Universidad, esperamos que nuevos estudiantes se unan a este proyecto de investigación sobre el archivo musical. Además de las partituras, el investigador tiene acceso a actas capitulares, libros de bautismos, cartas y otros documentos. La consulta de otros archivos bogotanos o de la prensa permite extender los resultados de la investigación para entender cada vez mejor la música y su relación con el culto, así como la vida de quienes conformaron la Capilla Musical de la Catedral de Bogotá. Consultar un manuscrito es siempre un momento emotivo, una conexión con el pasado, una puerta hacia nuevos conocimientos; es entrar en diálogo con un autor, un copista anónimo o cantantes desconocidos. Es ausentarnos del presente por un momento para soñar con épocas pasadas.
[1] Agradezco a Camilo Moreno, archivero del Archivo de la Catedral, por esa información.
[2] Lorenzo Vásquez. Carta al cabildo de la Catedral fechada del 26 de marzo de 1860. Colección del Archivo de la Catedral de Bogotá.
[3] José Ignacio Perdomo Escobar, El archivo musical de la catedral de Bogotá (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1976), xiv.
[4] Juan Sebastián Mora y Silvia Ramírez, “Recopilación, transcripción y divulgación del material musical del archivo musical de la Catedral Primada de Bogotá” (monografía de grado, Universidad de los Andes, 2017).
[5] Perdomo Escobar, El archivo musical, 639-767.
[6] Robert Stevenson, “The Bogotá Music Archive”. Journal of the American Musicological Society 15 (1962): 292-315 y “Colonial Music in Colombia”. The Americas 19 n.° 2 (1962): 121-136.
[7] Perdomo Escobar, El archivo musical, 69.
[8] Juan Sebastián Mora y Silvia Ramírez, “Recopilación, transcripción y divulgación del material musical del archivo musical de la Catedral Primada de Bogotá” (monografía de grado, Universidad de los Andes, 2017).
[9] José Caicedo Rojas, “Estado actual de la Música en Bogotá”. El semanario n.°5 (1886): 35.