En una antiguedad, Los Selknam, pueblo Amerindio, habitantes en el extremo Austral del continente, en Chile, dedicaban largos periodos de tiempo a contemplar las estrellas y la oscuridad del universo. Luego, lo reproducían a través de dibujos sobre sus cuerpos desnudos. Puntos de variadas escalas, pigmentos blancos esparcidos como polvo estelar sobre la piel fondeada de color negro. 

¿En aquel entonces, cómo miraría el universo a Los Selknam?

En 1965 dos ingenieros descubrirían que en el ruido blanco de los televisores habita un 1 % de radiación cósmica, la cual provendría del impacto explosivo durante la creación del universo.

Desde entonces, un televisor dejaría ser tan solo un artefacto de video, aquellas emisiones de luz con imágenes en movimiento, sino que también, pasaría a ser interpretado casi como un telescopio, recordándonos un mínimo resto de lo que fue el universo en sus comienzos. Muy asociado a su vez con la definición de televisión, visión a distancia, solo que al poner el ruido blanco, estaremos quizá como Los Selknam, lanzando la mirada a un espacio y tiempo muy lejano, uno no conocido.

¿El televisor mira al universo o el universo mira al televisor, y televidente..?

Entonces, como un relato de ciencia ficción, la mirada no solo habita en humanos, hay cosas en el universo observando otras cosas, cosas que en la distancia ponen en evidencia sus cercanías matéricas, lumínicas y oscuras.